Revista de Filosofía (La Plata), vol. 52, núm. 1, e039, junio-noviembre 2022. ISSN 2953-3392
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro de Investigaciones en Filosofía IdIHCS (UNLP - CONICET), Departamento de Filosofía y Doctorado en Filosofía

Artículos

La crítica política de Paul B. Preciado a Michel Foucault: una respuesta desde una perspectiva foucaultiana

Luis Diego Fernández

Instituto de Filosofía Ezequiel de Olaso (CIF – CONICET), Argentina
Universidad Di Tella, Argentina
Cita sugerida: Fernández, L. D. (2022). La crítica política de Paul B. Preciado a Michel Foucault: una respuesta desde una perspectiva foucaultiana. Revista de Filosofía (La Plata), 52(1), e039. https://doi.org/10.24215/29533392e039

Resumen: Este trabajo analiza las tres críticas que Paul B. Preciado le realiza a Michel Foucault, según las cuales el filósofo francés no habría comprendido la modificación epistémica luego de la Segunda Guerra Mundial y la constitución de una sociedad enmarcada en lo que llama “era farmacopornográfica”, que implica el desarrollo de una nueva modalidad de poder (sexopolítico) a partir de nuevas tecnologías de la existencia. Nuestra hipótesis sostendrá que, por el contrario, Foucault sí es consciente de esta transformación luego de 1945, sólo que su perspectiva política no es convergente con la de Preciado.

Palabras clave: Género, Era farmacopornográfica, Gubernamentalidad neoliberal, Sexopolítica.

Paul B. Preciado's political critique of Michel Foucault: a response from a Foucauldian perspective

Abstract: This paper analyses the three criticisms that Paul B. Preciado makes to Michel Foucault, according to which the French philosopher would not have understood the epistemic modification after the Second World War and the constitution of a society framed in what he calls the "pharmacopornographic era", which implies the development of a new modality of power (sexopolitical) based on new technologies of existence. Our hypothesis will argue that, on the contrary, Foucault is aware of this transformation after 1945, only that his political perspective is not convergent with that of Preciado.

Keywords: Gender, Pharmacopornographic Era, Neoliberal Governmentality, Sexopolitics.

Introducción

En el presente artículo rastrearemos las críticas que el filósofo español Paul B. Preciado le realiza a Michel Foucault en su recorrido intelectual a fin de dejar en evidencia las convergencias y divergencias teórico-políticas entre ambos pensadores, y en segunda instancia responder los señalamientos críticos de Preciado desde una perspectiva foucaultiana. Un registro cronológico de estas intervenciones se puede estructurar de la siguiente manera: A) de acuerdo al pensador de Burgos, en la obra de Foucault hay un límite para pensar estrategias de resistencia y acción política en el marco del “capitalismo pos-moneísta”, es decir, post-fordista, luego de la Segunda Guerra Mundial, aquello que Preciado llamará “sexopolítica” en tanto subdisciplina que gestiona el sexo en el marco de la biopolítica (Preciado, 2003, p. 18); B) en segundo lugar, Preciado sostendrá que Foucault nunca se interesó por la noción de género y por tanto no comprendió cabalmente la producción de la subjetividad contemporánea, que excede el marco analítico de la clínica propio de la sociedad disciplinaria de los siglos XVIII y XIX, y en consiguiente ya no efectivo luego de 1945 (Carrillo, 2007, pp. 385-386); C) por último, desde la óptica preciadina Foucault dejó a un lado el análisis de las tecnologías contemporáneas de existencia de mediados a fines del siglo XX para servirse en su lugar del pensamiento de la antigüedad grecorromana como materia prima, detectando cierta reactividad por su parte a la problemática de su presente (Preciado, 2008, p. 63).

Esta triple crítica en el lapso de cinco años puede sintetizarse en términos generales en una objeción ontológico-política: de acuerdo a Preciado, Foucault no logró comprender el cambio epistémico y por ende sus consecuencias, que llevaron al deslizamiento del régimen disciplinario hacia lo que el filósofo español denomina “era farmacopornográfica” a mediados del siglo XX, análoga en términos históricos a lo que Gilles Deleuze dio en llamar “sociedades de control” (Deleuze, 1995, p. 278). En este sentido, al no dimensionar la importancia del concepto de género como condición de posibilidad de esta transformación epistémica, Foucault no habría proporcionado una mirada estratégica efectiva en un sentido político-militante que desactive esta nueva dimensión de las relaciones de poder.

Nuestra intención, en primer lugar, residirá en analizar en detalle las tres observaciones críticas de Preciado, sus componentes y su impacto, así como, posteriormente, recuperaremos una perspectiva foucaultiana para responder a cada una de ellas. La hipótesis que sostendremos es que Foucault sí dio cuenta de este desplazamiento de la sociedad disciplinaria hacia una sociedad post-disciplinaria (que ocuparía el mismo ciclo histórico que lo que Preciado llama “era farmacopornográfica” o Deleuze y Guattari nominan como “sociedad de control”) desde mediados del siglo XX en el marco de su analítica del liberalismo y neoliberalismo presente en el curso Nacimiento de la biopolítica (1978-1979) del Collège de France. La diferencia residirá, a nuestro criterio, en que la constitución de esta nueva gubernamentalidad, según Foucault, será divergente con los atributos que coloca Preciado al interior de ella; vale decir, no se tratará tanto de un error de diagnóstico como de un diagnóstico diferente que, por otra parte, como mostraremos, sí toma como objeto de reflexión tecnologías contemporáneas de existencia insertas en una dimensión farmacopornográfica, a saber: las drogas (en especial el LSD) y su concepción de la homosexualidad (en particular la práctica sadomasoquista). Por otra parte, el hecho de que Foucault tenga otra aproximación respecto de este cambio epistémico implicará, lógicamente, una modificación en su estrategia política, que procurará la construcción de una gubernamentalidad liberal-progresista que no coincide con la posición de Preciado, que privilegia una lógica microrrevolucionaria de la multitud.

I. Multitud queer o creación de placeres

En el artículo titulado “Multitudes Queer. Notes pour une politique des `anormaux´” (2003), Paul B. Preciado define lo que denomina “sexopolítica” como el encuentro de la noción foucaultiana de biopolítica con la operación que realiza Monique Wittig al leer la heterosexualidad en tanto régimen político, es decir, la idea de una matriz heterosexual al interior de la gestión biopolítica en la modernidad. Partiendo de una lectura a nuestro criterio deleuziana1 de la noción de biopolítica, Preciado distingue entre “biopoder” (poder sobre la vida) y “biopolítica” (puissance o potencia de los “anormales” para resistir la administración biopolítica). Remitiendo a una filiación de izquierda autonomista desarrollada en Imperio (2000) de Antonio Negri y Michael Hardt, el filósofo español procura dejar en evidencia la emergencia de un “Imperio Sexual” (Preciado, 2003, p. 19) que es el correlato de la era del biopoder, a fin de iluminar la dimensión de la sexualidad al interior de la dinámica política de la multitud descripta por los autores.

En este sentido, de no realizar esta separación analítica entre “biopoder” y “biopolítica” se abren, según Preciado, “dos lecturas desafortunadas pero posibles” (Preciado, 2003, p. 21) de la obra de Foucault, las que califica como trampa (piège); éstas serían aquellas aproximaciones liberales o neoconservadoras que leen las multitudes queer como una sumatoria de individuos soberanos, iguales ante la ley, propietarios de sus cuerpos y sus placeres. Frente a ellas, Preciado opone una lectura deudora de los planteamientos de Negri-Hardt que apelará a multitudes disidentes que trabajan a partir de una desontologización de lo sexual desde estrategias de desidentificación al mismo tiempo que de hiperidentificación. Estas dos posibles miradas configurarían, por un lado, una multitud queer liberal que se enfrenta a estrategias identitarias versus una multitud queer de izquierda autonomista que se modulará como post-identitaria (no esencialista) a la vez que radicalizará el identitarismo de manera específica como extremo táctico de las minorías (sexuales o raciales) a modo de resistencia; vale decir, que oscilará entre la molecularidad y una forma molar fortificada.

Esta multitud queer, según el tamiz de Preciado, será la que ponga en tela de juicio la división clínica de lo normal y anormal y marcará la distancia respecto de cuatro posiciones en referencia a la diferencia sexual: la esencialista, la estructuralista lacaniana, la biologicista y la republicana universalista (que integra las singularidades en un marco normativo). Preciado dará cuenta de los “monstruos no representables” (Preciado, 2003, p. 25), es decir, de las subjetividades que no son representadas por las instituciones políticas tradicionales ni pueden ser inteligibles por una epistemología sexopolítica straight. Este diagnóstico requerirá, por un lado, quitarle al psicoanálisis el monopolio reflexivo sobre el aparato deseante y, por el otro, el hacer del cuerpo del filósofo (del suyo) un espectáculo de dimensión pornográfica que sea un testimonio en pos de una colectivización.

En este contexto reflexivo encontramos la primera crítica de Preciado a Foucault:

De hecho, el análisis foucaultiano de la sexualidad depende demasiado de una cierta idea de la disciplina del siglo XIX. Su conocimiento de los movimientos feministas americanos, de la subcultura SM o del Fhar en Francia, nada de esto lo lleva a considerar verdaderamente la proliferación de tecnologías del cuerpo sexual en el siglo XX: medicalización y tratamiento de niños interesexuales, gestión quirúrgica de la transexualidad, reconstrucción y "aumento" de la masculinidad y feminidad normativas, regulación del trabajo sexual por parte del Estado, boom de las industrias pornográficas… Su rechazo de la identidad y de la militancia gay lo llevará más bien a forjar una retroficción a la sombra de la Antigua Grecia. Sin embargo, en la década de 1950 asistimos a una ruptura del sistema disciplinario del sexo. (Preciado, 2003, p. 19).

Podemos desglosar este pasaje crítico de Preciado hacia Foucault a partir de los siguientes componentes: A) la analítica de la sexualidad foucaultiana está inserta en el marco de la sociedad disciplinaria propia de la episteme moderna (siglo XIX), lo que condiciona y limita la lectura de Foucault sobre la particularidad del siglo XX; B) a pesar de tener conocimiento del feminismo, la subcultura S/M o el FHAR,2 Foucault no toma en consideración las tecnologías del cuerpo sexual singulares del siglo XX (medicalización de la intersexualidad, cirugías de transexuales, regulación del trabajo sexual y la pornografía) en su reflexión; C) el rechazo de Foucault de las políticas identitarias y la militancia gay lo conducirá a tomar como materia prima la antigüedad grecorromana (“una retroficción”) y por tanto a no dimensionar la ruptura del régimen disciplinario sobre el sexo que acontece a partir de 1950. En definitiva, según Preciado, Foucault no logra visualizar la modificación epistémica que adviene, de acuerdo a su perspectiva, luego de la Segunda Guerra Mundial, por cierto gesto conservador que lo conduce a recuperar la modalidad de una estética de la existencia (como antítesis de una moral de código normativa) a partir de su diálogo con fuentes griegas, helenísticas y romanas. Esta observación crítica ya había sido anticipada por Preciado en el año 2000 de modo más moderado, y en comparación con la obra de Gayle Rubin, al señalar lo siguiente:

Gayle Rubin, que a diferencia de Foucault no tiene miedo de adoptar como referencia los modos de producción del capital y la cultura popular, en lugar de volver a los griegos, apunta la posibilidad de considerar la sexualidad parte de una historia de la producción de los objetos de consumo (motos, coches, etc.), la historia de la transformación de las materias primas (seda, plástico, cuero, etc.), la historia del urbanismo (calles, parques, distritos, carreteras abiertas, etc.). (Preciado, 2019a, p. 86).

Nosotros no compartimos lo señalado por Preciado. En primer lugar, que Foucault recurra a fuentes antiguas se debe a razones programáticas que explica en la introducción de El uso de los placeres (1984),3 en tanto necesidad de reconstruir una genealogía del hombre occidental como sujeto de deseo. Ello no implica que el filósofo no haya sido consciente del profundo cambio epistémico-político que aconteció luego de la Segunda Guerra Mundial y particularmente a partir de la década del setenta; de hecho, es explícito en la última entrevista que acepta antes de morir, en mayo de 1984, en la cual señala que no encuentra ni “admirables” ni “ejemplares” a los griegos y en la que es explícito al decir: “Toda la Antigüedad me parece que ha sido un “profundo error”” (Foucault, 1999, p. 383). Foucault marcaba la contradicción de la moral antigua entre, por un lado, buscar un estilo de existencia y, por el otro, propiciar que este sea común para todos. Por el contrario, el filósofo veía con nitidez el viraje contemporáneo, tal como lo demuestra esta declaración de 1982:

Ante todo es importante para un individuo el tener la posibilidad –y el derecho- de elegir su sexualidad. Los derechos del individuo concernientes a la sexualidad son importantes, y todavía hay muchos lugares en los que no son respetados. Actualmente no hay que considerar estos problemas como ya resueltos. Es del todo exacto que se produjo un verdadero proceso de liberación a comienzos de los años setenta. Dicho proceso fue muy beneficioso, tanto en lo relativo a la situación, como a las mentalidades, pero la situación no se ha estabilizado definitivamente. Pienso que aún debemos dar un paso adelante. Y creo que uno de los factores de esta estabilización será la creación de nuevas formas de vida, de relaciones, de amistades, en la sociedad, el arte, la cultura, nuevas formas que se habrán de instaurar a través de nuestras elecciones sexuales, éticas y políticas. No debemos simplemente defendernos, sino también afirmarnos, no sólo como identidad, sino también como fuerza creadora. (Foucault, 2010, p. 1048).

Que Foucault no se refiera explícitamente a los signos que marca Preciado (intersexualidad, transexualidad, trabajo sexual) no conduce necesariamente a que no registre las tecnologías del cuerpo sexual del siglo XX ni la modificación del régimen disciplinario del sexo; por el contrario, observamos cómo destaca un proceso de liberación en la década del setenta que impacta en mentalidades y cuerpos, del cual subraya su aspecto liberal en lo político (“los derechos del individuo concernientes a la sexualidad son importantes”); más aún, considera que esta condición necesaria debe ser ampliada, según su juicio, hacia una dimensión mayor de carácter creadora que exceda lo normativo, dentro de la cual delimita el placer como principio fundamental al sostener que “el placer también debe formar parte de nuestra cultura” (Foucault, 2010, p. 1050). De hecho, el filósofo, ya en una carta fechada en 1975 dirigida a Simeon Wade, señalaba la centralidad del placer como vector no solo ético sino político:

Foucault insinuó esta conexión cuando le escribió a Simeón el 14 de mayo de 1975, proponiéndole otra visita, pero sólo si era conveniente: “Creo que esas reuniones no tienen sentido si no se dan a todo el mundo un placer recíproco e intenso y la misma tranquilidad. Lo que tenemos que hacer es encontrar la manera de hacer con el “principe de plaisir” [a] “principe de realité” [“principio del placer” un “principio de realidad”]. Eso es, creo yo, un problema ético y político a resolver en la actualidad”. (Dundas, 2019, p. 18).

En este marco analítico, el filósofo considera que tanto la cultura sadomasoquista como las drogas son dos prácticas o tecnologías del siglo XX paradigmáticas:

Consideremos, por ejemplo, la “subcultura S/M”, por retomar una expresión querida de nuestro amigo Gayle Rubin. No pienso que ese movimiento de prácticas sexuales haya tenido nada que ver con la puesta al día o el descubrimiento de tendencias sadomasoquistas profundamente soterradas en nuestro inconsciente. Pienso que el S/M es mucho más que eso, es la creación de real de nuevas posibilidades de placer, que no se habían imaginado con anterioridad (…) Pienso que ahí encontramos una especie de creación, de empresa creadora, una de cuyas principales características es lo que llama desexualización del placer. (Foucault, 2020, p. 1049).

Debemos estudiar las drogas. Debemos ensayar las drogas. Debemos fabricar buenas drogas –susceptibles de producir un placer muy intenso-. Pienso que el puritanismo que se presenta en el asunto de las drogas –un puritanismo que implica que se está, bien a favor, bien en contra- es una actitud errónea. Las drogas forman parte de nuestra cultura. (Foucault, 2010, p. 1050).

En el mismo sentido, en 1975 Foucault, en conversación con Thierry Voeltzel, destacaba:

He tenido pocas experiencias con LSD, pero han sido con productos de muy buena calidad y en las mejores condiciones, con gente muy, muy experimentada que sabía muy bien lo que hacía, y también ahí he tenido la impresión, o no, mejor dicho, sé que para mí la experiencia se ha producido en el plano de la relación con lo real, en el plano de la relación con la verdad. Así que la idea de que lo que le das al placer no se lo das al trabajo, lo que le das al cuerpo no se lo das a la lucha es falsa, igual que la idea de que la droga no te pone en relación con la realidad. (Voeltzel, 2019, p. 86).

Lo que a mí me ha chocado de las otras drogas, ya sean las yellow pills, que tienen un efecto bastante extraordinario, o la cocaína, o el LSD, es que de alguna manera comportan, me parece a mí, no sé si tú has tenido la misma experiencia, una suerte de desexualización del placer (…) Se desanatomiza la localización sexual del placer (…) La apología del orgasmo, tal y como la practican los reichianos, me sigue pareciendo una manera de localizar en lo sexual posibilidades de placer que cosas como las yellow pills o la cocaína permiten hacer estallar y propagar por todo el cuerpo. El cuerpo se convierte entonces en el lugar de un placer global, y por esa razón hay que deshacerse de la sexualidad. (Voeltzel, 2019, pp. 88-89).

En segundo lugar, Foucault no está planteando en lo político una estrategia defensiva o de resistencia sino más bien de afirmación a partir de condiciones que considera mejores que en el pasado. Que el filósofo no tenga en cuenta las tecnologías de la subjetividad del siglo XX que Preciado menciona específicamente (intersexualidad, transexualidad, trabajo sexual) no quiere decir que no dé cuenta de otras (drogas y sadomasoquismo) que también son propias del siglo XX. Nociones como la desexualización del placer, en rigor deberíamos traducir como “desgenitalización” del placer usando partes inusitadas o extrañas, o la creación de drogas que produzcan placeres de alta intensidad son innovaciones evidentes que marca Foucault en sus intervenciones. La diferencia, a nuestro juicio, es que Foucault ve en el placer un principio político de estas nuevas tecnologías y subculturas sexuales del siglo XX, mientras que Preciado sospecha de la captura de las mismas por un régimen nuevo que, si bien no es disciplinario, no deja de ser coactivo y negativo en su valoración. Esto no está así presente en Foucault, que parece resaltar antes que nada el elemento creador que emerge de estas prácticas. Si Preciado destaca la necesidad de resistencia y revolución de la multitud, Foucault, si bien no descarta acciones de resistencia y de identidad en lo referido a las comunidades sexuales (por ejemplo, el gueto S/M de San Francisco), da preponderancia al principio del placer, la creación y afirmatividad de estas nuevas tecnologías y prácticas. En relación con esta cuestión, el filósofo español se preguntaba en Manifiesto contrasexual (2000):

¿Cuáles son las condiciones del discurso público del intelectual francés después del 68 (…) que hacen posible que Foucault, gay y asiduo a los backrooms sadomasoquistas en San Francisco, omita toda enunciación en primera persona en sus análisis de la homosexualidad y evite tomar posición frente a las nuevas formaciones políticas identitarias de los años setenta y ochenta en Francia? (Preciado, 2019a, pp. 162-163).

Esto no es cierto. Foucault sí se pronunció sobre las políticas identitarias al afirmar en 1982 que “las relaciones que debemos mantener con nosotros mismos [los homosexuales] no son relaciones de identidad; más bien, han de ser relaciones de diferenciación, de creación, de innovación” (Foucault, 2010, p. 1050). Subsiguientemente, el filósofo no omitía ni repudiaba en sí misma esta noción “si la gente encuentra su placer mediante el cauce de esta identidad” (Foucault, 2010, p. 1050) pero agregaba que, si bien había sido “muy útil (…) nos limita y pienso que tenemos (y podemos tener) el derecho de ser libres”. (Foucault, 2010, p. 1051). En otros términos, la posición de Foucault no coincide con la política post-identitaria en lo estratégico e hiper-identitaria en lo táctico de Preciado, en tanto que para el filósofo francés, si bien la identidad ha sido una noción útil en términos jurídicos (reconocimiento de derechos, es decir en un plano liberal), no constituye una búsqueda en sí ni una finalidad que conlleve a la formación de “multitudes queer”; se trata más bien del placer, que ocuparía una dimensión central.

Por consiguiente, Foucault sí está pensando en tecnologías y prácticas de la existencia del siglo XX, pero no hay una convergencia política con el filósofo español. ¿Por qué, si según Preciado “la píldora y Playboy son paradigmáticos” (Preciado, 2008, p. 32) del régimen farmapornográfico, no podemos pensar el LSD y la subjetividad sadomasoquista que considera Foucault de manera análoga? ¿Acaso no son tecnologías del cuerpo del siglo XX que también fueron representativas de procesos biomoleculares y semiótico-técnicos?

II. Modelo “posmoneísta” y ordoliberalismo

En 2007 Preciado realiza la segunda crítica a Foucault:

Foucault denomina “biopolítica” al conjunto de prácticas gubernamentales dirigidas a racionalizar la vida de la especie: prácticas de salud, de higiene, de natalidad, de clasificación y depuración racial. Pero Foucault nunca se interesó por la noción de género. Desde mi punto de vista, la invención de la categoría de género señala el paso a un nuevo modelo que yo he denominado “posmoneísta” y que Deleuze y Guattari habían caracterizado de algún modo con el nombre “sociedades de control”. Se trata de un modelo basado en la internacionalización, o la invisibilización, de los mecanismos de control, en la generación de formas de control difuso, reticular, hormonal y prostético. (Carrillo, 2007, pp. 385-386).

Si bien es cierto que no hay referencias en la obra de Foucault a la noción de género (sí, por el contrario, el filósofo dio cuenta de la noción de “patriarcado” en 1964)4 esto no es per se algo repudiable ni un signo unívoco que marque el viraje de una episteme a otra. La operación de Preciado por la cual este concepto, creado por John Money en 1947 (Preciado, 2008, p. 81), se instala como el elemento fundante que implica el paso de la sociedad disciplinaria a la sociedad “posmoneísta”, es decir, a la “era farmacopornográfica” que Foucault no considera, no impide que el filósofo francés registre este proceso de transformación epistémico y político luego de la Segunda Guerra Mundial, tal como atestigua en Nacimiento de la biopolítica (1979) a partir de su analítica de la reconstrucción de Alemania luego del nazismo bajo el programa del ordoliberalismo alemán y particularmente en la figura de Ludwig Erhard. En otros términos, decimos que el recorte histórico en el cual Preciado define el cambio epistémico (posmoneísta o farmacopornográfico) corresponde a la investigación foucaultiana sobre la racionalidad de gobierno neoliberal. El filósofo francés señala que “el neoliberalismo es, justamente, otra cosa. Gran cosa o no, no sé, pero sin duda es algo. Y lo que querría tratar de aprehender es ese algo en su singularidad” (Foucault, 2008, p. 157). Singularidad que distanciará del liberalismo clásico laissez faire correlativo a la sociedad disciplinaria de los siglos XVIII y XIX. Por el contrario, el neoliberalismo, según la óptica de Foucault, no se constituirá desde una matriz disciplinaria:

Lo que aparece en el horizonte de un análisis como éste no es de ningún modo el ideal o el proyecto de una sociedad exhaustivamente disciplinaria en la que la red legal que aprisiona a los individuos sea relevada y prolongada desde adentro por mecanismos, digamos, normativos. No es tampoco una sociedad en la que se exija el mecanismo de la normalización general y la exclusión de lo no normalizable. En el horizonte de ese análisis tenemos, por el contrario, la imagen, la idea o el tema-programa de una sociedad en la que haya una optimización de los sistemas de diferencia, en la que se deje el campo libre a los procesos oscilatorios, en la que se conceda tolerancia a los individuos y las prácticas minoritarias, en la que haya una acción no sobre los participantes del juego, sino sobre las reglas del juego, y, para terminar, en la que haya una intervención que no sea del tipo de la sujeción interna de los individuos, sino de tipo ambiental. (Foucault, 2008, pp. 302-303).

Por consiguiente, el hecho de que Foucault no haya considerado la noción de género, y por ende no haya visto en ella la clave de un umbral que implique una modificación epistémica, no va de suyo con que no haya percibido este desplazamiento desde un orden disciplinario, en el cual emerge el liberalismo clásico, a uno post-disciplinario, a mediados del siglo XX a partir de la reconstrucción alemana, con la instalación de la racionalidad gubernamental neoliberal. Por el contrario, el filósofo sí dio cuenta de las diferencias sustanciales entre ambas dinámicas. En este sentido, si la figura bisagra para Preciado fue John Money en 1947, para Foucault ocupó ese espacio Ludwig Erhard con su discurso de 1948 (Foucault, 2008, p. 101). Desde luego que se trata de referencias distintas en sus materias (medicina y economía); sin embargo, ambos marcaron puntos de inflexión que evidencian un desplazamiento hacia otra gubernamentalidad. Por su parte, según Preciado asistimos “a un nuevo tipo de capitalismo caliente, psicotrópico y punk” (Preciado, 2008, p. 31) que produce y consume vida (“biocapitalismo”) y, más específicamente, que controla molecular y semióticamente a la población por medio de una gestión biomediática que se halla atravesada y producida directa o indirectamente por la industria farmacéutica y pornográfica:

El capitalismo farmacopornográfico inaugura una nueva era en la que el mejor negocio es la producción de la especie misma, de su alma y de su cuerpo, de sus deseos y afectos. El biocapitalismo contemporáneo no produce “nada”, excepto la propia especie. A pesar de que estamos acostumbrados a hablar de sociedad de consumo, los objetos que consumimos son el confeti sólido de una producción virtual psicotóxica. Consumimos aire, sueños, identidad, relación, alma. Este nuevo capitalismo farmacopornográfico funciona en realidad gracias a la gestión biomediática de la subjetividad, a través de su control molecular y de producción de conexiones virtuales audiovisuales.

La industria farmacéutica y la industria audiovisual del sexo son los pilares sobre los que se apoya el capitalismo contemporáneo, los dos tentáculos de un gigantesco y viscoso circuito integrado. (Preciado, 2008, p. 44).

Por otra parte, desde la perspectiva foucaultiana asistimos luego de la Segunda Guerra Mundial a un proceso de Vitalpolitik (política de la vida) que modela la sociedad a través de la lógica de la “forma empresa”:

Pero ¿qué esa Vitalpolitik de la que Rüstow hablaba y de la que ahí tenemos una expresión? De hecho, como bien advertirán, no se trata de constituir una trama social en la que el individuo esté en contacto con la naturaleza, sino de constituir una trama social en las que las unidades básicas tengan precisamente la forma de la empresa, pues ¿qué es la propiedad privada si no una empresa? ¿Qué es una vivienda individual si no una empresa? ¿Qué es la administración de esas pequeñas comunidades de vecindario […] si no otras tantas formas de empresa? En otras palabras, se trata de generalizar, mediante su mayor difusión y multiplicación posibles, las formas “empresa”, que no deben, justamente, concentrarse como grandes empresas a escala nacional o internacional o grandes empresas del tipo del Estado. Esa multiplicación de la forma “empresa” dentro del cuerpo social constituye, creo, el objetivo de la política neoliberal (…) Simplemente, se equivocan los críticos que se imaginan, que creen, al denunciar una sociedad digamos “sombartiana” entre comillas –y me refiero a esa sociedad uniformadora, de masas, de consumo, del espectáculo, etc.-, estar criticando el objetivo actual de la política gubernamental. Critican otra cosa. Critican algo que, sin lugar a dudas, ha estado en el horizonte explícito o implícito, querido o no, de las artes de gobernar de los años [veinte a los sesenta]. Pero hemos superado esa etapa. Ya no estamos en ella. El arte de gobernar programado hacia la década de 1930 por los ordoliberales y que hoy se ha convertido en la programación de la mayoría de los gobiernos en los países capitalistas, pues bien, esa programación no busca en absoluto la constitución de este tipo de sociedad. Se trata, al contrario, de alcanzar una sociedad ajustada no a la mercancía y su uniformidad, sino a la multiplicidad y la diferenciación de las empresas. (Foucault, 2008, pp. 186-187).

Como vemos, hay diferencias sustanciales entre las caracterizaciones y valoraciones del mismo ciclo histórico (la gubernamentalidad de 1945 en adelante): para Preciado se llamará capitalismo farmacopornográfico, mientras que para Foucault se tratará de una racionalidad de gobierno neoliberal; para el filósofo español, el eje sobre el cual se constituirá este biocapitalismo será una sociedad de producción y consumo de la potentia gaudendi y la subjetividad en un marco de dominancia de laboratorios y medios multinacionales, en tanto que según la óptica foucaultiana no se tratará de una sociedad de consumo ni de supermercado ni del espectáculo sino de una sociedad de empresa, pero no en los términos de Preciado sino de “forma empresa” en un sentido microfísico (viviendas, estilos de vida, pequeñas comunidades), lo cual lleva una resonancia más cercana a una dinámica de autogestión propia del post mayo de 1968 que al capitalismo financiero y corporativo al que alude Preciado. En este sentido, suscribimos lo que señalan Dean y Zamora, cuando sostienen que la clave para comprender “la relación de Foucault con el neoliberalismo es que la autogestión no fue un movimiento de la Derecha (…) sino de una Izquierda interesada en una autonomía colectiva post-individualista”. (Dean y Zamora, 2021, p. 29). Por ello es que Foucault verá en su lectura por izquierda del neoliberalismo la posibilidad del despliegue de un ethos experimental que se distancie tanto del estatismo social de los partidos comunistas como del gaullismo conservador. En esta dirección, Serge Audier contextualiza las primeras recepciones en la revista Autrement, publicada en septiembre de 1979 (Dean y Zamora, 2021, p. 55), del curso Nacimiento de la biopolítica para dar cuenta de ello con mayor precisión:

Muy elocuente al respecto es el número de septiembre de la revista Autrement, próximo a la “segunda izquierda”. Es también, como hemos visto, en este número especial dedicado muy favorablemente al regreso del “emprendedor”, que aparece una de las primeras referencias a las lecciones de Foucault, también positiva, sobre el neoliberalismo (...) [Jacques] Delors, en su alegato por el “tercer sector” y por una fuerte “descentralización del Estado de bienestar” -tema que Foucault defenderá muy explícitamente, volveremos sobre esto, unos años después ante el secretario de la CFDT-, al tiempo que se aleja claramente de la derecha liberal y del modelo muy insuficiente para el del homo oeconomicus, subraya y reconoce posibles puntos de contacto con el liberalismo (...) Más tarde, volviendo a este período, Delors insistirá mucho en el redescubrimiento por parte de la izquierda de la empresa: “En principio he creído que, a raíz de mayo del 68, se crearía una nueva clase de innovadores y emprendedores, ya que estos eventos estaban al fondo en la encrucijada de la afirmación del individuo y de una voluntad de tomar las cosas por las propias manos. Es decir, en línea con la autogestión”. Como muchos en la "segunda izquierda", Delors dice haber sido muy marcado, en este sentido, por la experiencia empresarial de los trabajadores de Lip, que fascinó a los ambientes de la autogestión.

Finalmente, señalaremos, para cerrar esta valoración provisional de la confusión doctrinal de la época, un punto aquí confirmado: los temas de la empresa, de la innovación, incluso a veces del "individuo-empresa", que tantos exégetas foucaultianos de principios del siglo XXI lo celebrarán como una brillante invención de su autor, estuvieron más que en el aire, comprendidos por la izquierda, precisamente en la "segunda izquierda". (Audier, 2015, pp. 216-217).

Finalmente, si bien ambas sociedades son post-disciplinarias, en el caso de Preciado este abandono no implica la instalación de un esquema más libre sino, por el contrario, la constitución de un “panóptico comestible” (Preciado, 2008, pp. 129-140) que el individuo ingiere voluntariamente en el marco de un ciclo de excitación-frustración-excitación; vale decir, una vigilancia orgánica, una regulación de los ciclos biológicos. Esto no se halla en Foucault, quien en todo caso plantea la radicalización de la “forma empresa” (en tanto dinámica autogestiva) sin abrir un juicio de valor negativo. No hay en Foucault rastros del control farmacológico y molecular ni una normalización semiótica a través de la industria audiovisual, tal como lo plantea Preciado. Según el filósofo de Burgos, luego de la Segunda Guerra Mundial se desarticula la subjetividad disciplinaria y sobre ella “vendrá a injertarse una nueva red sensorial y emocional del ocio y el entretenimiento” (Preciado, 2010, p. 113) que se capitalizará a través de la instalación de una dinámica de la incitación masturbatoria y toxicómana; vale decir, el llamado “capitalismo caliente” define un nuevo régimen farmacopornográfico que implica un peligro que debe ser denunciado. Sin embargo, no parecería haber mayor riesgo o una dominación más sutil en el análisis foucaultiano al interior del esquema post-disciplinario que en el disciplinario; por el contrario, bajo un esquema de sujeción ambiental no disciplinario, como vimos anteriormente, no se excluye lo “no normalizable” y se toleran “prácticas minoritarias”.

III. Era farmacopornográfica y gubernamentalidad neoliberal

En el capítulo dos de Testo yonqui (2008) (“La era farmacopornográfica”) Preciado explicita una sucesión de acontecimientos sociales, económicos, políticos, tecnológicos, científicos y mediáticos que representan el cambio epistémico mencionado. Este desplazamiento cognitivo y social habría sido la condición de posibilidad de una tercera modalidad capitalista (luego de la esclavista en los siglos XVIII y XIX y la industrial desde el siglo XIX hasta mediados del siglo XX), que se torna visible luego de la Segunda Guerra Mundial y que mostraría de manera notoria su nueva dinámica a partir de la década de 1970.

De acuerdo a Preciado, asistimos desde 1945 en adelante a una economía posfordista, postindustrial, global y mediática que se sustenta en dos formas de ejercicio del poder que son disímiles del biopoder (disciplinario y biopolítico), a saber: los poderes biomolecular y semiótico-técnico. Estas nuevas dimensiones del poder se asentarían en un esquema que no sería exactamente el mismo que Michel Foucault plantea en Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber (1976), ya que se tratará de un tecnocapitalismo avanzado que ya no tendrá como vector principal la administración de la vida de la población en términos generales (estadísticos, demográficos, reproductivos, higiénicos) sino específicamente la gestión del sexo y el género por medio del emplazamiento de dispositivos microprostéticos de producción, vigilancia y control de la subjetividad mediante plataformas biomoleculares y mediáticas.

Dice Preciado: “La sociedad contemporánea está habitada por subjetividades toxicopornográficas: subjetividades que se definen por la sustancia (o sustancias) que domina sus metabolismos” (Preciado, 2008, p. 33). En ese sentido es que podemos referirnos a “sujetos prozac”, “sujetos viagra” o “sujetos testosterona”. De igual modo, el agente político de la era farmacopornográfica se constituye además mediante prótesis cibernéticas (dispositivos electrónicos y técnicos, como el teléfono celular) y por la incitación deseante producida por la industria audiovisual (de manera notoria, la pornografía). Según la perspectiva preciadina, podemos decir que “el verdadero motor del capitalismo actual es el control farmacopornográfico de la subjetividad” (Preciado, 2008, p. 36). La particularidad del poder que lo matriza es que produce (su atributo de ser un poder productivo continua la lógica foucaultiana), al inducir y controlar al mismo tiempo un proceso de trabajo libidinal y somático de un ciclo de excitación-frustración-excitación en el cual la materia prima será todo elemento orgánico (sangre, semen, saliva), hormonal (testosterona, estrógeno), sustancia psicoactiva legal o ilegal (alcohol, tabaco, cannabis, cocaína) o farmacológica (píldora anticonceptiva, viagra) que constituye, modela y subjetiva a los agentes a tal punto que podemos hablar, según Preciado, como señalamos previamente, de “panóptico comestible”:

Dicho de otro modo, la píldora anticonceptiva es el panóptico comestible. La ortopedia social ha dejado paso a la microprostética sexopolítica.

Se trata de un dispositivo ligero, portable, individualizado y afable que permite modificar el comportamiento, temporalizar la acción, regular la actividad sexual, controlar el crecimiento de la población y diseñar la apariencia sexual (refeminizándola sintéticamente) de los cuerpos que se lo autoadministran. La torre de vigilancia ha sido sustituida ahora por los ojos de la consumidora dócil de la píldora, que sin necesidad de mirada exterior, regula su propia administración (…) La celda es ahora el cuerpo mismo de la consumidora que se ve modificado bioquímicamente, sin que una vez ingerido el compuesto hormonal puedan determinarse los efectos exactos ni su procedencia. Las puniciones y los sermones educativos se han transformado aquí en recompensas y promesas de libertad y emancipación sexual para la mujer. La píldora (como lo es el Prozac, el Viagra, el Tepazepam, o la Ritalina) es un laboratorio miniaturizado instalado en el cuerpo de cada consumidora. (Preciado, 2008, p. 135).

Subsiguientemente, Preciado se alinea con la hipótesis deleuziana de la aparición de un nuevo tipo de sociedad llamada de “control” que ya no responde a una dinámica de poder disciplinario: “Se lleva a cabo de este modo el derrumbamiento de las instituciones de reclusión que anunciaron Deleuze y Guattari en su epílogo de Mil Mesetas” (Preciado, 2008, p. 135). En definitiva, la era farmacopornográfica preciadina es otra forma de nominar a la sociedad de control. En este contexto analítico Preciado realiza el tercer señalamiento crítico a Foucault:

Si es verdad que hasta aquí el análisis de Foucault (apuntalado por cuñas documentales de Laqueur), aunque histórica y cronológicamente inexacto, parece críticamente agudo, no es menos cierto que esta perspicacia se hace menos intensa a medida que su análisis se aproxima a las sociedades contemporáneas. Foucault parece pasar por alto un conjunto de transformaciones profundas de las tecnologías de producción de subjetividad que se suceden a partir de la Segunda Guerra Mundial y que nos obligan a conceptualizar un tercer régimen de subjetivación, un tercer sistema de saber-poder, ni soberano ni disciplinario, ni premoderno ni moderno, un régimen que tome en consideración el impacto de las nuevas tecnologías del cuerpo en la construcción de la subjetividad. Deleuze y Guattari en el Postscriptum de Mille Plateaux, inspirándose en William S. Burroughs, llaman “sociedad de control” a este “nuevo monstruo”. Yo prefiero denominarla, leyendo a Burroughs con Bukowski, sociedad farmacopornográfica: chute y eyaculación políticamente programados. He aquí dos divisas de este nuevo control sexomicroinformático. (Preciado, 2008, pp. 63-66).

Sin embargo, tal como mostramos anteriormente, no coincidimos en que Foucault pase por alto o no registre la modificación sustancial que se produce luego de la Segunda Guerra Mundial en materia epistémica y de dinámica del poder, tal como queda en evidencia en su analítica del neoliberalismo como racionalidad de gobierno específica y singular que emerge luego de 1945 y se hace visible a partir de las políticas de Erhard en 1948 a través de la constitución de una sociedad no disciplinaria mediante la multiplicación de la “forma empresa”. A nuestro juicio, la divergencia se halla en que, a diferencia de Preciado, Foucault no piensa la sociedad construida en este nuevo marco en términos de un control o coacción llevado a cabo por el propio individuo que acepta voluntariamente ser su propio observador al hacer de su cuerpo una nueva celda. Así como la sociedad de control deleuziana y su análogo farmacopornográfico en Preciado tienen connotaciones negativas, esto no es así de evidente en Foucault, quien reflexiona sobre la gubernamentalidad neoliberal del siglo XX, en tanto no disciplinaria, en términos descriptivos sin valoraciones negativas. El panoptismo que Foucault ve desplegarse como correlato a la producción de libertad lo sitúa solamente respecto al liberalismo clásico del siglo XVIII. Ahí señala:

De ese liberalismo y del arte liberal de gobernar es la formidable extensión de los procedimientos de control, coacción y coerción que van a constituir la contrapartida y el contrapeso de las libertades. He insistido bastante en el hecho de que esas famosas grandes técnicas disciplinarias que se hacen cargo del comportamiento de los individuos diariamente y hasta el más fino de los detalles son exactamente contemporáneas (…) de la era de las libertades. Libertad económica, liberalismo en el sentido que acabo de decir y técnicas disciplinarias: también aquí las dos cosas están perfectamente ligadas (…) el panóptico es la fórmula misma de un gobierno liberal. (Foucault, 2008, pp. 87-89).

Por el contrario, luego de la Segunda Guerra Mundial, como mostramos en la primera parte de este trabajo, Foucault detecta un retroceso de esta característica disciplinaria: “Lo que aparece en el horizonte de un análisis como éste no es de ningún modo el ideal o el proyecto de una sociedad exhaustivamente disciplinaria” (Foucault, 2008, p. 302). Algo que también refuerza cuando analiza la política del impuesto negativo como herramienta para combatir la “pobreza absoluta”:

Y esa manera muy distinta es la de la población asistida, según una modalidad efectivamente muy liberal, mucho menos burocrática, mucho menos disciplinarista que un sistema que estuviera centrado en el pleno empleo e implementara mecanismos como los de la seguridad social. En definitiva, se deja a la gente la posibilidad de trabajar si quieren y de no trabajar si no quieren. Existe sobre todo la posibilidad de no hacerlos trabajar si no hay interés en que lo hagan. Se les garantiza simplemente la posibilidad de existencia mínima en cierto umbral, y así podrá funcionar esta política neoliberal. (Foucault, 2008, p. 248).

No hay en el análisis foucaultiano pistas o indicios que den cuenta de que la sociedad que Preciado denomina “farmacopornográfica” implique un tipo de panoptismo (“comestible”) voluntario pero eso no conduce a que Foucault no haya comprendido las mutaciones tecnológicas y subjetivas que se suceden a partir de la segunda mitad del siglo XX, tal como mostramos en la primera sección de este artículo respecto de su consideración del LSD y el sadomasoquismo como dos nuevas prácticas que modifican la subjetividad. Por tanto, que no haya valoración negativa de la dinámica de esta sociedad no lleva necesariamente a que Foucault no detecte nuevas formas de control y coacción sino, en todo caso, a que su visión responde a otra búsqueda y estrategia.

En este sentido, dice Lagasnerie:

Se comprende entonces por qué Michel Foucault vio el neoliberalismo como una instancia de crítica radical de los fundamentos del ejercicio del poder disciplinario. Hay en efecto una relación consustancial entre las disciplinas y la psicología: la disciplina caracteriza el tipo de poder que se asigna el proyecto de investir e instituir los psiquismos. Pretende corregir a los individuos desde adentro mediante mecanismos internos de sujeción (…) En otras palabras, la política neoliberal no es disciplinaria. Encarna una tentativa de resistirse a esa concepción de poder en nombre de otro tipo de política, que se definirá como una política pura y estrictamente “ambiental”. (Lagasnerie, 2015, pp. 110-111).

Coincidimos con lo señalado por Lagasnerie y agregamos que en su presente Foucault buscaba en su indagación sobre el neoliberalismo un paradigma que abra “paso a la posibilidad de hablar un lenguaje que no sea el del Estado” (Lagasnerie, 2015, p. 97). De igual modo, como marcan Dean y Zamora:

Es por tanto evidente que Foucault ve el neoliberalismo como una forma de gubernamentalidad que, como señalará Serge Audier, no es fundamentalmente mejor que las anteriores, pero que ofrece, sin embargo, “márgenes de libertad, en particular para las prácticas minoritarias: drogas, sexo, rechazo de trabajar, etc." (Dean y Zamora, 2019, p. 139).

Este “uso inteligente del neoliberalismo” (Audier, 2015, p. 455), en términos de Serge Audier, como marco de una gubernamentalidad que permita una gestión ambiental no disciplinaria, posibilita la producción de nuevas formas de libertad y modos de vida (como la subcultura sadomasoquista o la experimentación lisérgica); en este aspecto, decimos con Dean y Zamora que Foucault “se quiere servir del neoliberalismo para pensar otro tipo de política” (Dean y Zamora, 2019, p. 47). Por ello, lo que Foucault comprendía como gubernamentalidad neoliberal (su referencia no era el régimen dictatorial de Pinochet, ni el thatcherismo ni la figura de Reagan, dado que estas administraciones aún no habían comenzado en Gran Bretaña y en los Estados Unidos cuando el filósofo dictó el curso) remitía a la experiencia alemana ordoliberal como salida del nazismo encabezada por Erhard, y particularmente a la gestión socialdemócrata de Helmut Schmidt, así como al gobierno liberal de Giscard d’Estaing en Francia. El neoliberalismo en 1979 era visto por Foucault como una tecnología gubernamental propia de un régimen post-disciplinario pero lejos de la caracterización negativa que hará de él Preciado como “era farmacopornográfica”. Este no es repudiado por el pensador francés sino que, por el contrario, dejaba en evidencia elementos teóricos de valor que servían de soporte para el diseño de políticas anti-punitivistas, anti-burocráticas y tolerantes hacia prácticas minoritarias (como el sadomasoquismo y la experiencia con drogas). En este aspecto, suscribimos lo que señala Audier:

En definitiva, como habrían dicho [André] Gorz y su amigo [Jean] Daniel, un “uso inteligente” del neoliberalismo, en ese sentido, era posible, quizás necesario a sus ojos. Esta complejidad de la relación de Foucault con el neoliberalismo -que arroja luz sobre las interpretaciones completamente contradictorias que han podido ser dadas- se encuentra finalmente, como hemos visto, en la forma en que buscó reinventar la subjetividad, la sexualidad e incluso el Estado de Bienestar, atravesando y superando el neoliberalismo, en definitiva, metabolizándolo, pero ciertamente no rechazándolo en su conjunto como un adversario del que no habría nada que aprender e integrar. (Audier, 2015, p. 456).

Subsiguientemente, podemos decir junto a Dean y Zamora que “en esta tentativa de reinventar la izquierda, el estudio del neoliberalismo que él [Foucault] ha emprendido en el mismo período ha revelado ser una ocasión fascinante de hacer frente a la tarea” (Dean y Zamora, 2019, p. 56). Continuando esta lógica conceptual, acordamos con Moreno Pestaña cuando afirma que Foucault “fue sucesivamente comunista, gaullista (o eso parece), izquierdista y socialista liberal (la tercera vía de Blair y Clinton parece lo más próximo de su ideario político final)” (Moreno Pestaña, 2011, p. 120). En otros términos, su estrategia política se hallaba a la busca de elementos conceptuales (en la gubernamentalidad neoliberal) que permitieran la construcción de una estrategia política de izquierda innovadora para 1979, en línea con la “segunda izquierda” de Michel Rocard.5 Este planteamiento es completamente divergente de la posición sostenida por Paul B. Preciado.

Nuestra hipótesis coincide con la sostenida por investigadores como Daniel Zamora, Mitchell Dean, Serge Audier, Geoffroy de Lagasnerie y José Luis Moreno Pestaña6 en tanto que Foucault, en rigor, estaba explorando herramientas conceptuales en la génesis del neoliberalismo (a fines de la década de 1970) a fin de construir una gubernamentalidad de izquierda inédita, que no fuera disciplinaria, y en la cual la radicalización de la forma empresa no debe ser vista con el prisma de nuestro presente sino más bien como un efecto de la dinámica de la autogestión en los años posteriores a mayo del 1968.

Consideraciones finales

En el presente trabajo sostuvimos que, a diferencia de lo planteando críticamente por Paul B. Preciado, Foucault sí fue consciente de la modificación epistémica y política que implicó el pasaje de la sociedad disciplinaria hacia un esquema post-disciplinario a mediados del siglo XX (en el mismo arco histórico de lo que Deleuze y Guattari llaman “sociedad de control” y Preciado “era farmacopornográfica” o “capitalismo caliente”). Sin embargo, la divergencia central entre Foucault y Preciado consistirá en los atributos y la valoración que ambos filósofos aplican a este nuevo ciclo. Así como para Preciado la clave en esta transformación se hallará en la noción de género y en el despliegue de nuevas tecnologías (más sutiles y voluntariamente aceptadas por los agentes) farmacológicas y semióticas (“panóptico comestible”) de control y coacción, Foucault por su parte explorará la constitución de una gubernamentalidad de izquierda no disciplinaria a partir de la adopción de herramientas conceptuales provenientes del neoliberalismo incipiente (consecuencia de su análisis del ordoliberalismo alemán y del giscardismo francés), que sea el marco para la creación de nuevos espacios de experimentación, diversidad de estilos de vida y tolerancia hacia las prácticas minoritarias, colocando como ejemplos en este aspecto la subcultura sadomasoquista de las comunidades homosexuales de San Francisco y la experiencia con LSD. Esta búsqueda de una racionalidad de gobierno liberal-progresista en el último Foucault no es convergente con la dinámica de una multitud queer que propugna Preciado, desplegada por medio de tácticas microrrevolucionarias.

Referencias

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Notas

1 Así lo plantea Deleuze: “Cuando el poder deviene biopoder, la resistencia deviene poder de la vida, poder vital que no se deja detener en las especies, en los medios y en los caminos de tal y tal diagrama. ¿No es la fuerza procedente del afuera una cierta idea de la Vida, un cierto vitalismo en el que culmina el pensamiento de Foucault? ¿No es la vida esa capacidad de resistir de la fuerza?” (Deleuze, 1998, p. 122). En la misma dirección, Judith Revel despliega la lectura deleuziana sobre Foucault: “La noción de biopolítica suscita dos problemas. El primero está ligado a una contradicción que se encuentra en el propio Foucault: en los primeros textos donde aparece el término parece estar ligado a lo que los alemanes llamaron en el siglo XVIII la Polizeiwissenchaft, es decir, el mantenimiento del orden y de la disciplina a través del crecimiento del Estado. Pero luego, por el contrario, la biopolítica parece señalar el momento de superación de la tradicional dicotomía Estado/sociedad, en provecho de una economía política de la vida en general. Es de esta segunda formulación de donde nace el otro problema: ¿se trata de pensar la biopolítica como un conjunto de biopoderes o bien, en la medida en que decir que el poder invistió la vida significa también que la vida es un poder, puede localizarse en la vida misma –es decir, por supuesto, en el trabajo y en el lenguaje, pero también en los cuerpos, en los afectos, en los deseos y en la sexualidad – el lugar de emergencia de un contrapoder, el lugar de una producción de subjetividad que se daría como momento de liberación [désassujetissement]? En este caso, el tema de la biopolítica sería fundamental para la reformulación ética de la relación con lo político que caracteriza los últimos análisis de Foucault; más aún: la biopolítica representaría exactamente el pasaje de lo político a lo ético.” (Revel, 2008, pp. 26-27).
2 El Front homosexuel d’action révolutionnaire (FHAR) fue un movimiento fundado en 1971 en París con la finalidad de visibilizar la problemática homosexual.
3 Foucault da cuenta de las razones de este cambio: “En suma: para comprender cómo el individuo moderno puede hacer la experiencia de sí mismo, como sujeto de una “sexualidad”, era indispensable despejar antes la forma en que, a través de los siglos, el hombre occidental se vio llevado a reconocerse como sujeto de deseo (…) Pero estaba visto que emprender esta genealogía me alejaba mucho de mi proyecto primitivo. Debía escoger: o bien mantener un plan establecido, acompañándolo de un rápido examen histórico de dicho tema del deseo, o bien reorganizar todo el estudio alrededor de la lenta formación, en la Antigüedad, de una hermenéutica de sí. Opté por este último partido (…) He aquí pues las razones por las que recentré todo mi estudio en la genealogía del hombre de deseo, desde la Antigüedad clásica hasta los primeros siglos del cristianismo.” (Foucault, 1997, pp. 9-15).
4 Foucault alude a la noción de “patriarcado” en el curso titulado “La sexualidad”, que dictó en la Universidad de Clermont-Ferrand: “Allí donde, contra el telón de fondo de esa monogamia y ese patriarcado que nos [son] comun[es] con muchas otras culturas…” (Foucault, 2020, p. 35).
5 La denominada “segunda izquierda” fue una línea interna del Partido Socialista que buscaba diferenciarse de la “primera izquierda” jacobina, centralista y estatista, liderada por François Mitterrand, que instaba a una alianza con los comunistas. Michel Rocard formuló esta expresión en el Congreso de Nantes de 1977, marcando sus atributos: una izquierda descentralizada, regionalista que otorga poder a la participación ciudadana a través de organizaciones no gubernamentales. Esta segunda izquierda estaría moldeada sobre la sociedad civil y no sobre el concepto de “pueblo”, privilegiando la autogestión y el emprendimiento (la forma-empresa) y desarrollando un vínculo amistoso con la economía de mercado. En ese aspecto, la “segunda izquierda” rocardiana hacía confluir al interior de sí dos herencias: el espíritu libertario de mayo del 68 y la ética del emprendimiento del neoliberalismo.

Recepción: 01 Julio 2021

Aprobación: 01 Marzo 2022

Publicación: 01 Junio 2022

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