Revista de Filosofía (La Plata), vol. 52, núm. 2, e058, diciembre 2022 - mayo 2023. ISSN 2953-3392
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro de Investigaciones en Filosofía IdIHCS (UNLP - CONICET), Departamento de Filosofía y Doctorado en Filosofía

Artículos

‘Más fuerte que la ficción’: La teoría pragmaticista de la metáfora de Susan Haack y su contribución a la lógica del descubrimiento

‘Stronger Than Fiction’: Susan Haack’s Pragmaticist Theory of Metaphor and Her Contribution to the Logic of Discovery

Rubén Sampieri Cábal

Facultad de Filosofía, Universidad Veracruzana, México
Ana Luisa Ponce Miotti

Claustro de Humanidades, Universidad Anáhuac, México
Cita sugerida: Sampieri Cábal, R. y Ponce Miotti, A. L. (2022). ‘Más fuerte que la ficción’: La teoría pragmaticista de la metáfora de Susan Haack y su contribución a la lógica del descubrimiento. Revista de Filosofía (La Plata), 52(2), e058. https://doi.org/10.24215/29533392e058

En El arte de las metáforas científicas (2019), Susan Haack presenta un novedoso y original análisis de la metáfora que no sólo es una conciliación de las posturas semánticas extremas que, por una parte, o tienden a negar todo papel de la metáfora en la ciencia (Black, 1955; Davidson, 1978) o, por otra, tienden a concederle casi todo (Hesse, 1966), haciendo de las teorías científicas incluso una empresa indistinguible de la literatura y la ficción (Rorty, 1986); el análisis de Haack articula una propuesta que reconoce un papel de suma importancia para la metáfora en la ciencia­––sin llegar a afirmar su ubicuidad––y a su vez restringe su ámbito de acción–sin llegar a demeritarla como un sinsentido––para revelar un lugar y una función muy estimulantes relacionadas con la imaginación, la creatividad y la investigación.

Sorprende que semejante postura intermedia entre estos dos extremos “haya brillado tanto tiempo por su ausencia”, sobre todo porque, gracias a que fija seriamente la mirada en la indagación científica, más allá de seleccionar ciertas metáforas científicas a modo de ejemplo, es una postura tan razonablemente factible que uno termina por considerarla naturalmente como si siempre hubiera estado ahí.

La de Susan Haack es, si no estamos equivocados, una pionera teoría pragmaticista de la metáfora que se presenta de una manera concreta y claramente coherente con los preceptos del pragmaticismo peirceano; la ha desarrollado específicamente en cuatro artículos anteriores (Haack, 1987, 1994, 2007, 2017) que Haack toma como punto de partida en el texto que nos ocupa y del que ofrecemos la traducción en este volumen: “The Art of Scientific Metaphors” (2019). Dado que en este texto la autora menciona como antecedente estos trabajos (1987, 1994, 2007) o hace uso de ellos recuperando sus ideas y posturas teóricas como puntos de referencia de su filosofía de la metáfora (2017), conviene explicitarlos de manera que puedan comprenderse los elementos teóricos centrales que conforman su postura.

1. “Verdad a secas y conocimiento real”

En la constelación de teorías de la metáfora, casi todas ellas enraizadas en el problema del significado, la referencia (Black, 1955; Davidson, 1978; Boyd, 1979; Kuhn, 1979) y en el de las ontologías de los mundos posibles (Hesse, 1966 y Ricoeur 1975: véase Sampieri, 2014, pp. 69-70), no figuraba una postura filosófica pragmaticista tan definida como la que Haack nos presenta en la primera mitad de su texto, que afirmara claramente que “las metáforas son ayudas de la imaginación las cuales nos indican hacia dónde mirar en la indagación”.

Esta idea había sido desarrollada anteriormente, como su autora lo indica, en “Surprising Noises: Hesse and Rorty on Metaphor” (1987) y “Dry Truth and Real Knowledge: Epistemologies of Metaphor and Metaphors of Epistemology” (1994) y está anticipada específicamente por una revaloración de la teoría aristotélica de la metáfora.

En la teoría aristotélica, la metáfora es una especie de epiphora, un desplazamiento que se da como un intercambio o sustitución de nombres a fin de poder nombrar una realidad con otra. La traslación realiza una comparación por analogía estableciendo una comparación por analogía estableciendo un símil elíptico1 que pone ante nuestra vista, hace aparecer, las semejanzas de un asunto con otro (Haack 1994, p. 5). Este poner ante la vista en Aristóteles no se reduce a una expresión retórica efectista u ornamental, sino que es una indicación que representa sensiblemente algo: “llamo saltar a la vista a que las expresiones sean signos de cosas en acto” (1990, 1411b 23-28).

Que Aristóteles relacione analogía con “hacer aparecer” (Sampieri, 2014, pp. 24-25) va a posibilitar considerar tanto a la metáfora como al símil, formas de conocimiento y enseñanza, cuya capacidad radica en el hacer presente semejanzas por analogía, en el “poner ante los ojos” o representar sensiblemente: “[p]orque, en efecto, cuando se llama a la vejez ‘paja’ se produce una enseñanza y un conocimiento por mediación del género, ya que ambas cosas han perdido la flor”, dice Aristóteles (1990, 1410b 10-19).

Es precisamente este rasgo de la teoría aristotélica lo que la hace una teoría lo suficientemente flexible como para asignarle un papel a la metáfora en la investigación científica, por medio de ese hacer ver o representar sensiblemente, y lo que permite a Haack considerar a las metáforas como guías de la indagación, gracias su efectividad como conductoras de nuevas ideas, a su capacidad para ser instrumentos que permiten usos novedosos del leguaje y, sobre todo, a su capacidad sugestiva de similitudes insospechadas o analogías que de otro modo pasarían desapercibidas (Haack, 1987).

Es notable, sin embargo, como bien lo menciona Haack (1994, pp. 3-4), que esta lectura de la metáfora aristotélica no tuvo mayor eco en las posteriores interpretaciones que basaron su importancia, no en esta efectividad para sugerir nuevos caminos, sino en la cuestión de si poseía o no un significado y/o referencia propios. En lo que respecta a su papel en el conocimiento científico, en términos generales, puede considerarse que fueron las posturas de Locke y Hobbes las más representativas de la desconfianza en el valor de la metáfora.

Locke y Hobbes condenan el lenguaje figurativo como una de las formas más dañinas para oscurecer el lenguaje de la verdad y desviarnos del conocimiento. Haack precisamente titula su artículo “la verdad a secas y el conocimiento real”en franca alusión al consejo de Locke de evitar cuanto más se pueda el lenguaje oscuro, enfermo y absurdo, para llegar más pronto a una verdad directa y un conocimiento real (Haack, 1994, pp. 1-4).

Más adelante, Haack recuerda la correspondiente advertencia de Hobbes de que al igual que los nombres inconstantes, “las metáforas y los tropos del lenguaje nunca pueden ser fundamento de cualquier raciocinio [...] razonar a base de ellas equivale a deambular entre absurdos innumerables; y su fin es el litigio y la sedición, o el desdén” (Leviathan, Parte I, caps. 4, 5). Las propias metáforas de Locke y Hobbes al compararla con los “fuegos fatuos” y nombrarla “lenguaje oscuro, enfermo y absurdo” dan paradójicamente una idea precisa del lugar que le reservaban en el conocimiento.

La posición de Haack sobre la importancia de la metáfora en la ciencia es en principio acorde con las ideas, por ejemplo, de Mary Hesse (1966; 1987) y Rorty (1987), como bien lo afirma en el texto que nos ocupa, pero a diferencia de ellos, que pensaban que “todo el lenguaje es metafórico” y que el ideal de un lenguaje altamente preciso y correspondentista en la ciencia es una quimera inalcanzable (ya que todo el lenguaje sería una especie de continuo en el que la división literal-metafórico es sólo una división de grados), Haack piensa que esta importancia es útil, pero no esencial. Por una parte, a diferencia de Rorty, Haack sí cree que efectivamente hay una manera de distinguir el lenguaje científico y que éste no es un asunto de redescripión constante y libre; Por otra, contrario a Hesse, Haack no cree haya un pulso metafórico constante, subyacente, al lenguaje, que tenga la especificidad e independencia de contexto, el compromiso con las clasificaciones realistas que debe tener el lenguaje que se requiere en la ciencia (Haack, 1987).

Haack defiende la idea de que las metáforas tienen una correspondencia con los símiles pero son inespecíficas, vagas y dependientes del contexto, por lo que requieren una restricción en su interpretación que, sin embargo, las hace particularmente útiles en el proceso de investigación (Haack, 1987).

Haack quiere evitar de esta manera la idea de Davidson, según la cual no existe tal cosa como un significado metafórico sino sólo intenciones de uso (Davidson, 1978, p. 31; Haack, 1987, p.297, n.7); para Davidson las metáforas vistas como símiles abreviados hacen del oculto significado metafórico algo demasiado obvio y fácil de aprehender, a la hora de parafrasearlas en su correspondiente símil directo, sin mayor beneficio para la construcción de conocimiento. La metáfora para Haack, en cambio, sí será útil en los primeros estadios de la construcción de teorías científicas para proponer lenguaje teórico y similitudes, pero no será esencial, pues lo que da una relación confiable entre lenguaje y mundo es el lenguaje literal que se compromete, aunque sea con un realismo falibilista, con las relaciones y órdenes que de hecho existen. En relación con esto, apunta:

Eventualmente uno desea que una teoría sea tan específica, detallada y precisa como sea posible, pero en el proceso de desarrollar tal teoría, una idea vaga puede muy bien ser un estado útil en tal proceso, y una comparación figurativa puede satisfacer muy bien esta capacidad, porque es abierta e inespecífica, pero al mismo tiempo invita a un proceso de especificación y detalle (a una búsqueda de características notables de la cosa o fenómeno con los cuales la comparación está siendo hecha, que también son características de la cosa o fenómeno de la teoría que uno está explorando), y porque, siendo en principio incongruente, una comparación metafórica es capaz de dirigir nuestra atención hasta caminos inexplorados. (Haack, 1994, p. 16; cursivas de la autora).

Aquí se hace patente nuevamente esa importancia que tiene para Haack mantener la idea aristotélica de la metáfora como comparación e indicación, pues para Haack, como vemos, la fuerza metaórica está en sugerir semejanzas por analogías, pero conservando la posibilidad de controlar esas licencias metafóricas en algún lugar de la investigación con lenguaje preciso y literal. Haack aquí se encuentra en clara ceranía con la idea de Quine:

La metáfora, o algo como ella, rige tanto el crecimiento del lenguaje como nuestra adquisición de él. Lo que surge como refinamiento posterior es más bien el propio discurso cognitivo, lo más secamente literal posible. Las extensiones internas de la ciencia, elegantemente formuladas, son un espacio abierto en la jungla tropical, creado mediante la eliminación de tropos. (Quine, 1978, p. 160).

Sin embargo, como puede notarse, Haack va un paso adelante, no dejando el tema de la vaguedad y la indeterminación en una mera crítica de su imprecisión, sino llevándolas al terreno de la creatividad y el descubrimiento, relacionando con esto, como podrá verse en la siguiente sección, a la metáfora con la imaginación:

La invitación [a buscar similitudes entre fenómenos que a primera vista parecen dispares] es especialmente útil en los estadios exploratorios de la investigación, en el momento en que uno se encuentra tratando de desarrollar una idea inicial y usualmente muy esquemática en algo que valga más la pena llamar “teoría”. Parte de la utilidad de la metáfora en este contexto consiste en una combinación de su falta de especificidad y dirección. Algo meramente vago puede decirnos suficientemente bien en qué punto nos encontramos, pero no nos ayuda a decidir cómo avanzar, una metáfora en cambio nos invita a mirar en ciertas direcciones. Todo esto, sin embargo, es cierto también de muchas comparaciones literales como también de las metáforas. Una explicación por tanto de la utilidad de las metáforas, de las comparaciones figurativas, necesita algo más. La idea, puesta en términos claros, es que la metáfora nos conduce a innovar y al pensamiento creativo, pues al sugerirnos comparar el fenómeno de una teoría que uno investiga con otro aparentemente incongruente, dirige nuestra atención a lo que probablemente son direcciones hasta el momento inexploradas. (Haack, 1994, p. 15; cursivas de la autora).

2. Una vaguedad fértil

Las ideas desarrolladas en “From the Chain to the Cable: Peirce´s Theory of Inquiry through His Metaphors” (2017) se encuentran en una nítida sintonía con los preceptos de Peirce sobre la ciencia y la investigación y es importante señalar que contribuyen originalmente al problema de la lógica de la investigación en la filosofía de la ciencia al proponer la triada metáfora-imaginación-creatividad como una unidad para entender la indagación, la construcción de conocimiento y los procesos de descubrimiento y a su vez también a echar luz sobre la difícil y esquiva relación ciencia y arte.

Este giro pragmaticista que reorienta el análisis de la metáfora del significado-referencia hacia la indagación misma como actividad, y que le permite relacionarla íntimamente con la imaginación y la generación de hipótesis, tiene una profunda significación en las filosofías de la metáfora ya que abre camino a situar el problema de la metáfora en el corazón mismo de la investigación científica y su práctica.

Desde esta su raíz peirceana, la noción de metáfora de Haack rescata lo que podría considerarse un rasgo negativo en la investigación y la construcción del conocimiento, su vaguedad e indeterminación, para convertirla en una fortaleza: la de conducir y aportar hipótesis factibles, verosímiles, susceptibles de ser sometidas luego al escrutinio objetivo y la precisión:

La metáfora es inherentemente indefinida, abierta a la interpretación; de hecho, tal como yo la concibo, funciona como un tipo de invitación inconclusa a buscar semejanzas relevantes entre cosas comparadas implícitamente. Pero con la ayuda de las ideas de Peirce acerca de la relación del pensamiento y el lenguaje y el papel de lo vago, podemos ver que está indeterminación es precisamente lo que posibilita a una buena metáfora ayudarte a encontrar ideas prometedoras. […] Peirce nos enseña […] que para ciertos propósitos, la indefinición y falta de especificidad pueden ser algo bueno […] escribe que no puede haber formulaciones perfectas de una tesis filosófica [CP 1.140; 1992, p. 180]; esto significa que ideas inicialmente inespecíficas, deben gradualmente ser refinadas, articuladas y más definidas. (Haack, 2020, pp. 233-234).

Bajo esta consideración el “sentido” de las metáforas en la labor científica se cumple en su tarea misma, que es la de indicar caminos de investigación y descubrimiento, pero adquiriendo pronto, lo que resulte de ellas, el compromiso de la precisión y la definición. Su importancia para la lógica del descubrimiento y la creatividad es patente: una visión tal puede extenderse a los experimentos mentales, las ficciones y las idealizaciones en ciencia y, a su vez, ayudar a distinguir la ciencia de la literatura, ámbito en el que tales construcciones intelectuales aparecen con igual intensidad que en la ciencia, pero con objetivos distintos.

El pensamiento metafórico es uno, pero su función es distinta y cumple diferentes compromisos. Las metáforas motivan nuevas ideas en momentos muy específicos el trabajo científico, son vehículos que dada su capacidad de establecer semejanzas orientan a la imaginación hacia caminos que vale la pena indagar e hipótesis que vale la pena conjeturar, vehículos que no pocas veces son fructuosos para el descubrimiento y que son susceptibles a las demandas de la racionalidad científica, sean éstas la de la objetividad, la precisión, la verdad o el realismo.

Haack hace uso, dice, “tanto de las ideas de Peirce acerca de la relación entre pensamiento y lenguaje como de sus ideas acerca de la vaguedad, la indeterminación y la precisión”, su postura tiene como marco tanto la teoría de la investigación de Peirce como su “comprensión madura […] de la duda, el espíritu de la investigación, el método de la experiencia y la razón [y] la comunidad de investigadores […]” (Haack, 2020, p. 229).

Apoyarse en la teoría de la investigación de Peirce, hace posible a Haack no sólo mostrar a las metáforas como una ayuda de la imaginación, sino suscribir con Peirce la importancia de ésta para la empresa científica, y todavía distinguir tres usos de la imaginación de los cuales sólo uno es el idóneo para la investigación científica, distinción que conviene tener presente pues le permitirá a Haack establecer las diferencias de la metáfora en ciencia y literatura:

No es exagerado decir que junto a la pasión por aprender no hay cualidad más indispensable para el desarrollo con éxito de la ciencia que la imaginación. […] Sin duda, hay formas de imaginación que no tienen valor en la ciencia: la imaginación meramente artística, el mero sueño de oportunidades de éxito. La imaginación científica sueña con explicaciones y leyes. (C. S. Peirce 1.47-48, c.1896, citado en Haack, 2019).

3. “Más fuerte que la ficción”

El arte de las metáforas científicas termina considerando la literatura y la escritura de ficción para mostrar en qué grado son semejantes y en qué grado son diferente éstas de la escritura científica, algo que Haack trató con extensión anteriormente en “Stronger Than Fiction: Sciencie, Literature and the ‘Literature of Science’” (2007).

Las novelas y la ficción también pueden nutrirse de hechos del mundo, objetivos, históricos, contrastables, así como la ciencia se sirve de metáforas, de ficciones y de experimentos mentales; en esta cercanía entre las formas de experiencia en las ciencias y en la literatura, cabe preguntarse por las peculiaridades de cada una antes de afirmar una igualdad, se trata de la discusión sobre si, a fin de cuentas, la ciencia produce una narrativa que en nada se distingue de la narrativa literaria o si, por el contrario, ciencia y literatura tienen fines propios que se reflejan en la diferencia de productos que generan cada una de estas prácticas.

En sintonía con el mencionado artículo, Haack defiende esta última posición, criticando las propuestas que asimilan los textos científicos a los textos literarios, al considerar a los primeros también como literatura imagina­tiva. Ante dicha discrepancia, la pregunta sería: ¿qué es lo que hace razonable a una retórica de la ciencia? La respuesta de Haack es que los escritos científicos tienen un cierto compromiso o vínculo con la verdad, el cual marca un cierto tipo de lenguaje para la ciencia; esto es, un lenguaje más directo, literal y explícito que el utilizado en los textos literarios, esto con el objeto de facilitar la comunicación de la evidencia que respalda la verdad de aquello que se afirma. Es decir, que la fundamentación de dicha evidencia es sensible al vocabulario, lo que trae como consecuencia una distancia radical con los textos literarios.

Lo que hace esencialmente diferente a la ciencia de la literatura es su compromiso con la especificidad de la verdad, con la comunidad de investigación, con un lenguaje preciso. Ana Karenina y los Principios de Newton buscan horizontes distintos del mundo, la imaginación ha adquirido compromisos distintos en uno y otro caso; en uno crea todo libremente, en otro, apuesta por resolver algo específico. Podríamos decir, metafóricamente, que en la literatura las metáforas vuelan para desplegar su significado y en la ciencia se encadenan en pro de la objetividad. La imaginación literaria, incluidas sus metáforas, crea la totalidad de un mundo, la imaginación científica en cambio se sirve de metáforas para investigar partes de un mundo ya compartido y común.

A nuestro parecer, la ventaja de la propuesta de Haack, se encuentra en que ofrece una unidad de análisis clara (las metáforas ayudan en el proceso imaginativo), realista (el científico se sirve de ellas para saber dónde buscar o mirar), y precisa (al señalar el ámbito de su función): es en el corazón de la indagación y no en el lenguaje donde las metáforas funcionan para la ciencia. Esta es una aportación de suma originalidad y relevancia para la lógica del descubrimiento como hemos apuntado.

La de Haack es una inspiradora contribución al entendimiento de la metáfora en la ciencia y a una valoración realista y razonable sobre su lugar: no es en las teorías (donde su lugar es temporal dados los objetivos de objetividad y precisión de la ciencia) sino en la misma indagación científica donde fungen como telescopios intelectuales o timones de la imaginación. Para Peirce y Haack la metáfora es una fértil vaguedad que conduce a abducciones prometedoras (Haack, 2020, p. 235) poniendo a las mejores intuiciones en el camino de la verdad.

Referencias bibliográficas

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Sampieri-Cábal, R. (2014). Ciencia y metáfora. Una perspectiva desde la filosofía de la ciencia. Ciudad de México: UNAM.

Notas

1 Es decir, abreviado, sin el “como” que identifica al símil directo.

Recepción: 30 Septiembre 2022

Aprobación: 30 Octubre 2022

Publicación: 01 Diciembre 2022

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